San José: ¿Quién lo conoce? El cruzado de la Luz
San José: ¿Quién lo
conoce?
El cruzado de la Luz
En su más reciente libro, Monseñor João Clá Dias, EP, desvenda una visión inédita del esposo de María Santísima y revela la altísima misión que le cabe en la implantación del Reino de Ella. Transcribimos aquí algunos de los trechos compuestos por el fundador de los Heraldos del Evangelio para la introducción de esta obra.
Cuando el Padre envió al mundo a su Hijo sabía muy bien que éste se vería rodeado por el odio desenfrenado y mortal de los malos, como lo evidenciará el sangriento episodio del martirio de los Santos Inocentes ordenado por Herodes. Sin embargo, no hizo que naciera en un inexpugnable castillo construido sobre la roca, ni lo proveyó de numerosos y disciplinados ejércitos, ni le concedió una compañía de guardias que lo escoltaran. ¡Las soluciones de Dios son siempre más bellas!
El pequeño Jesús ya se encontraba amparado por el
afecto de la mejor de todas las madres, pero para defenderlo de tantos riesgos
fue escogido un único hombre: José, a quien el mismo Padre eterno eligió para
que fuera, en esta tierra, el padre virginal de Jesús. Será el brazo fuerte del
Todopoderoso para custodiar y salvar de los más variados peligros al Hijo de
Dios y a su Madre Santísima.
Por eso San José fue un varón dotado de altísima sabiduría, de vigor indomable y de intachable inocencia. Nadie como él, en toda la Historia, alió la más fina astucia a la más íntegra pureza, constituyendo una pieza clave de la victoria del bien sobre el mal.
Alma ardiente y contemplativa,
pero impregnada de cariño
pero impregnada de cariño
El autor de estas páginas no conoce una presentación
del perfil moral de San José más apropiada para introducir al lector en el
estudio de la vida, de las virtudes y de los excepcionales dones del casto
esposo de la Santísima Virgen que la descripción hecha por Plinio Corrêa de
Oliveira:
“Casado con Aquella que es llamada el Espejo de la
Justicia, padre adoptivo del León de Judá, San José debía ser un modelo de
fisonomía sapiencial, de castidad y de fuerza. Un hombre firme, lleno de
inteligencia y criterio, capaz de asumir la responsabilidad de cuidar del
secreto de Dios. Un alma de fuego, ardiente, contemplativa, pero también
impregnada de cariño.
“Descendía de la más augusta dinastía que haya habido
en el mundo, es decir, la de David. [...] Conocía, como príncipe, la misión en
la que estaba involucrado y la cumplió de forma magnífica, contribuyendo a la
preservación, defensa y glorificación terrena de Nuestro Señor Jesucristo. El
Padre eterno había confiado en sus manos ese Tesoro, el más grande que jamás ha
habido y habrá en la Historia del universo. Y esas manos sólo podían ser las de
un auténtico jefe y dirigente, un hombre de gran prudencia y de profundo
discernimiento, así como de elevado afecto, para envolver con la ternura
adoradora y veneradora necesaria al Hijo de Dios humanado.
“Al mismo tiempo era un hombre dispuesto a enfrentar,
con perspicacia y firmeza, cualquier dificultad que se le presentara: ya fueran
las de índole espiritual e interior, ya las originadas por las persecuciones de
los adversarios del Señor. [...]
“Se suele apreciar y alabar, con justicia, la vocación
de Godofredo de Bouillon, el victorioso guerrero que en la Primera Cruzada
comandó las tropas católicas en la conquista de Jecrirusalén. ¡Hermosa proeza!
Es el cruzado por excelencia.
“No obstante, mucho más que recuperar el Santo
Sepulcro es defender al propio Jesucristo, nuestro Señor. Y de esto fue
gloriosamente encargado San José, convirtiéndose en el caballero modélico en la
protección del Rey de los reyes y Señor de los señores”.1
Misteriosa participación en el plan hipostático
Querido lector, en esta obra el autor desea
presentarle el genuino perfil del gran Patriarca de la Iglesia, a fin de
fomentar, con todo énfasis, la auténtica devoción con relación a su extraordinaria
figura. San José fue un héroe insuperable, un verdadero cruzado de la Luz; en
síntesis, el hombre de confianza de la Santísima Trinidad. Su fortaleza está
profundamente ligada a su virginidad, pues la pureza íntegra es la única capaz
de originar en el corazón humano las energías necesarias para enfrentarse a las
dificultades con ánimo resuelto y total certeza de la victoria.
Sin duda, San José es el mayor santo de la Historia,
dotado con una vocación más alta que la de los Apóstoles y que la de San Juan
Bautista, como lo señalan distinguidos autores. 2 Esta afirmación se apoya en
el hecho de que el ministerio de San José está íntimamente unido a la Persona y
misión redentora de Nuestro Señor Jesucristo, participando de modo misterioso,
como trataremos en su momento, del plan hipostático. Esta cercanía con Dios
hecho hombre le permitió beneficiarse como nadie, después de la Santísima
Virgen, de los efectos de la Encarnación, al haber sido santificado de forma
sobreabundante por ese Niño divino que lo llamaría padre, aunque San José no
hubiera intervenido en su generación natural.
Todavía no ha mostrado la fuerza de su brazo
Tampoco era conveniente que el elegido para ser el
esposo virgen de María no estuviera a la altura de la criatura más pura y más
santa salida de las manos de Dios. En función de ello, ¿se puede plantear la
hipótesis de que hubiera sido santificado desde su concepción, como su esposa?
Estas y otras consideraciones relacionadas con el Santo Patriarca atraerán
nuestra atención a lo largo de estas páginas.
De hecho, muchas verdades aún no manifestadas sobre la
persona de San José deben ser proclamadas a los cuatro vientos, a fin de hacer
patente la grandeza oculta de este varón. Tanto más que, en estas horas de
crisis y de tragedia en las que se encuentra el mundo y la Iglesia, su figura
ha de alcanzar un realce providencial. El casto esposo de María aparecerá con
todo su esplendor, como nunca antes lo ha hecho en la Historia, para que los
fieles recurran a él en cuanto insigne defensor de los buenos.
Sí, San José ya ha sido proclamado Patrón de la Santa
Iglesia, pero todavía no ha mostrado a la humanidad la fuerza de su brazo.
Tempus faciendi! Están acercándose los días en que, bajo el amparo del padre
virginal de Jesús, los escogidos de Dios llevarán a cabo grandes proezas a fin
de instaurar el Reino de Cristo sobre la tierra; Reino de paz y de pureza,
Reino también, por qué no decirlo, de María y de José. ²

1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. San José, esposo de
Maria y padre adoptivo de Jesús. In: Dr. Plinio. San Pablo. Año II. N.º 12 (Marzo,
1999); pp. 14- 15; 17.
2 Cf. SUÁREZ, SJ, Francisco. Misterios de la vida de
Cristo. Disp. VIII, sec. 1-2. In: Obras. Madrid: BAC, 1948, v. III, pp.
261-281.
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